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sábado, 23 de diciembre de 2017

Sólo recuerda que

Cuando te rías de un niño por creer en Santa Claus, sólo recuerda que tú crees en…

…el político en turno que promete que ahora si habrá un cambio
…que las gasolineras despachan lo que marca la bomba
…que la prensa y la TV son apartidistas y objetivos
…que el fútbol es más importante que tu vida
... que reiniciar la PC solucionará el problema
…el redondeo y ni siquiera sabes la causa de
…los productos milagrosos que rejuvenecen
…que las cosas light te harán bajar de peso
…que el amor de un ex sería para siempre
…que el alcohol te hará sanar las heridas
…que adelantarás el crédito de la casa
…que un celular te hará más feliz
…que ser empleado te hará rico
…que el tiempo se recupera
…Dios

jueves, 26 de octubre de 2017

El sabor de las segundas (de la vez que reprobé mi primera materia)

Hoy conocí por primera vez el sabor de las segundas, y aunque no me da pena el hecho de haber reprobado una materia en la prepa, me avergüenza decir cuál fue la que dejé. Hablé con mi papás al respecto, y como era de esperarse se pusieron serios, me tiraron el típico rollo mareador de una hora sobre la importancia de dedicarle tiempo a los estudios; sobre mi futuro y esas cosas.

-Y bueno cual fue la que reprobaste -me preguntó mi mamá resignada - …Física? Computación? ¿Ya sé, Matemáticas verdad?, nunca te han gustado las Matemáticas.

- Ninguna de esas – les dije tímidamente- dejé Orientación Vocacional.

Se quedaron viendo entre ellos y pude ver como poco a poco los gestos duros de la cara de mi papá se fueron suavizando y empezó a reírse.

-Jajajaja, esa nadie la deja. Ya me había preocupado, menos mal que no fue una materia de verdad.

Cuando menos lo pensé los tres nos estábamos riendo a carcajadas, hasta que mi papá volvió a retomar la plática mucho más calmado:

-No te preocupes hijo, por una materia como esa no se acaba el mundo, mejor platícanos porqué o cómo fue que la dejaste...

Aquí es dónde empieza la historia. La materia de Orientación vocacional la llevaba los martes y jueves a las diez de la mañana con la maestra Irma Lozano, una psicóloga que le gustaba convertir el aula de clases en una especie de ring al que bautizaba como “debate grupal”. Esa materia era muy diferente a todas las demás, no había exámenes ni tareas, y hasta nos dábamos el lujo de faltar de vez en cuando pues tampoco pasaba lista. La maestra Irma Lozano tenía un problema con las filas de bancos ordenadas, siempre nos pedía que las rompiéramos y formáramos un círculo alrededor del salón antes de que empezaran sus famosos debates. La clase por lo regular se salía de los libros de texto, la dinámica era simple: discutir un tema propuesto y moderado por la maestra en donde teníamos que decir lo que pensábamos y defender nuestro punto de vista. Hubo debates en los que no nos alcanzó el tiempo y se extendían más allá de la hora de clase, en otros estuvimos a punto de agarrarnos a golpes todos contra todos. Había de todo: un día veías como dos súper amigas se dejaban de hablar por algún comentario, y luego otro día se reconciliaban  y así. Las conclusiones nunca fueron claras, no creo haber sido el único en terminar más confundido que al principio, pero algo habían en ellas que me hacían sentir mejor. Uno de esos días de las últimas semanas del semestre nos habló de nuestro trabajo final:

-Pues bien jóvenes la cosa es así, tienen que cuidar en parejitas un bebé  de juguete durante dos semanas, les dejo una hoja con las cosas que deben hacer para que le saquen copia y le den una leída.

Entre los requisitos que pedía, era llevar a la escuela el bebé y traerlo con nosotros a todos lados, cambiarle la ropa de vez en cuando, hacer como que le dábamos de comer y al final de las dos semanas comentar en grupo nuestra experiencia. Recomendaba que compráramos un nenuco o un cabbage patch. La idea se me hizo y me sigue pareciendo ridícula. Mi compañera asignada era Ana González, una chava con la que me llevaba bien y a la que la idea se le hizo muy cuera. A la salida me puse de acuerdo con ella sobre el trabajo final.

-A ver Ana, qué se ocupa o qué- le dije como queriéndome zafar de la situación-

-Pues creo que nada, tengo un Nenuco que pudiéramos usar y ya le tengo ropita para cambiarlo. Yo lo cuido si quieres, pero cuando te pida ayuda me la das ¿si?

Le dije que si por decirle cualquier cosa y me olvide del asunto. Al día siguiente los alumnos que llevaban clase con la Irma Lozano llevaban un bebé de juguete. La moda en esos días era ver quién traía mejor a su muñeco. Era normal ver carriolas, chavas con sus pañaleras, bebes vestidos de raperos o de los rayados y un montón de cosas disque para cuidar mejor al bebé. Me acuerdo que nos burlábamos de los chavos que veíamos  en el receso cargando a los bebes: Mandilones-les gritábamos-, y la burla era material suficiente para tirarles carro durante varios días. Un día antes de la fecha final –recuerdo que estaba lloviendo- Ana me dijo que le cuidara al bebé en el receso  y por miedo a ser víctima del carro varonil le dije que no.

-¿No qué? - me dijo Ana en tono de reclamación- mira, me voy a ocupar y no lo puedo traer conmigo.

- Pues yo tampoco puedo, voy a estar con mis amigos y ahí no puede estar.

No me dijo nada  pero cuando agarró al bebé y se fue, noté cierto enojo de su parte. Ya en el receso, mientras andaba platicando con unos amigos escuché que toda la prepa se estaba riendo de algo. Llegue a la escena de la burla y pude ver lo que pasaba: a Ana se le había caído el bebé en un súper charco que parecía un poso, y trataba de sacarlo con una rama en medio de las risas de todos. Me dio cosa verla toda desesperada y fui a ayudarla.

-¡Ya ves! -me dijo enojada- eres un tonto, si me hubieras ayudado no hubiera pasado esto…mira como quedó el bebé, esta todo mugroso por el agua y mañana tenemos que presentarlo.

- Ya ombe no te preocupes, si quieres yo me lo llevo, lo lavo y mañana lo traigo. Tu relax.

-Ok. Pero no vayas a salir con alguna una novedad porque te mato.

Al salir de clases me fui derechito a la casa y me puse a limpiar al muñeco. Usé un trapo mojado para lavar las partes que eran como de goma, y lo colgué de las manitas con dos horquillas en el tendedero del patio para que se secaran las de tela. Parecía un pollo de esos que venden en el mercado.  Lo dejé secar toda la noche y en la mañana cuando salí por él, sólo pude ver los bracitos colgando en el tendedero. El resto se había zafado y mi perro se lo estaba comiendo,  y ya para esas horas estaba todo destrozado. Se lo quité como pude y trate de armarlo pero era imposible. Resignado y enojadísimo, metí todas las partes a la mochila,  me terminé de peinar y me fui a la prepa. Al llegar, Ana estaba esperándome en la puerta del salón y apenas me vio la cara, se dio cuenta que algo malo sucedía. Me preguntó que si lo había olvidado.

-¿Qué? – le dije despreocupadamente.

-Pues el bebé wey, no me digas que se te olvidó.

-Pues no pero…

Y que le cuento la historia. Se empezó a reír de lo loca que se estaba volviendo del coraje.

-Sabes que…- y que me la raya treinta y siete veces y casi se me echa encima sino es que una de sus amigas la sujeta y se la lleva.

Las horas se me hicieron eternas. Qué no hubiera dado porque ese día la maestra se ausentara, o hubiera un ataque terrorista en la prepa que obligara la salida antes de las diez.

Sin embargo, no pasó ningún suceso sobrenatural y los minutos trascurrieron con cierta normalidad. El reloj marcó las diez de la mañana. La clase de Orientación Vocacional inició y como es costumbre hicimos un círculo alrededor del salón. La maestra fue nombrando de uno por uno a las parejitas y empezaron a contar cómo les había ido: todas sin excepción habían hecho un buen trabajo. Me di cuenta que estábamos fritos.  Por fin llegó nuestro turno.

-Bueno, y a ustedes como les fue-nos preguntó la Irma Lozano

Apenas balbuce unas palabras y que me interrumpe Ana.

-Maestra ¡Noooo! Yo siempre cuide al bebé y lo cambiaba y lo traía conmigo a todos lados y él ni siquiera me ayudó. Siempre se iba con sus amigotes y a mí me dejaba con el bebé, no fue para de perdido cuidármelo de vez en cuando y lo arruinó todo.

La maestra con una mueca de satisfacción en la cara preguntó por el bebé.

- A ver sácalo animal -me dijo Ana como retándome.

Abrí la mochila y le vacíe en el escritorio los restos de las partes deshechas que un día antes formaban un bebé de plástico. El grupo entero exclamó un ¡¡OOOOh!!  Como cuando dices una palabrota en una iglesia o te asustas de algo muy malo. Me sentí el diablo y la peor persona del mundo, busqué la cara de la maestra y le pregunté con cierta esperanza que si estaba reprobado.


-Muuuuuuuuuy reprobado – contestó.

martes, 11 de julio de 2017

Una historia de animales con moraleja

Había una vez, en un bosque apartado de la civilización, un mapache al que lo peor de lo mejor que le pasó fue enamorarse. En ese bosque, en donde todas las criaturas vivían en armonía –menos cuando había que hacerle caso a la cadena alimenticia- el mapache acudía todas las mañanas a la Forest School. Era el primero de la clase. Sus maestros lo elogiaban y lo ponían como ejemplo de perseverancia, inteligencia y determinación. En ese mismo salón, había una zorrita que era todo lo contrario a él. Además, era hermosa y tenía esa magia de musa con la que lograba hechizar a todas las bestias de la escuela; mapache incluido. Con tal de estar cerca de ella, él le hacía las tareas de Sobrevivencia 2, la ayudaba con los exámenes de Naturaleza Avanzada, y siempre estaba al pendiente de lo que necesitara. La zorrita fingía tomarlo en cuenta, pero cuando salía del apuro, se olvidaba de él y sólo volvía a acercarse cuando peligrara la calificación de alguna materia; así se fue gran parte del ciclo de escolar.

Un día llegaron unas personas vestidas de traje y corbata que se bajaron de unos automóviles. Los animales, que hasta entonces habían vivido lejos del contacto con los humanos, sólo atinaron a esconderse. Al día siguiente, luego de que se fueran los intrusos, el gran jefe lobo convocó a una reunión extraordinaria a todas las criaturas del bosque. Como tema principal, se discutió sobre cómo actuar cuando volviera a ocurrir una invasión como la del día anterior. El oso sugirió atacar, pero las abejas alegaron que, aunque ganaran, la mayoría de ellas no sobreviviría por lo que acusaron al oso de querer quedarse con toda su miel. Algunos estuvieron de acuerdo, otros no, y la mayoría aprovechó la ocasión para sacar a flote viejas rencillas y rencores guardados. El tema principal dejó de serlo y aquello se convirtió en un coliseo romano de improperios. Diez minutos antes de que la sesión terminara, se elaboró la minuta y se programó otra junta para dentro de dos semanas, fecha en la que todos tenían un espacio en su agenda para seguir tratando con aquel asunto.

Pero esa reunión no se llevaría a cabo porque un par de días después llegaron al bosque más hombres. Esta vez no iban vestidos con traje y corbata, sino que llevaban cascos, planos y máquinas. Ante aquella invasión improvisada, los animales volvieron a refugiarse en sus cuevas y madrigueras, permaneciendo escondidos el tiempo que los intrusos estuvieron talando, perforando y haciendo ruidos de personas trabajando. Cuando las criaturas del bosque salieron, presenciaron con asombro unas vías de tren que dividían al bosque en dos partes. Al principio nadie se atrevió a cruzarlas, y lo máximo que alguien se acercó, fue cuando una zarigüeya se quedó dormida en las vías y despertó al escuchar un bramido superior a cualquier otro que anunciaba la aparición de la máquina más grande y demoníaca de todas, que se deslizaba por aquella columna vertebral maldita a una velocidad mayor que la de un venado en plena persecución. Durante un tiempo, nadie más quiso aventurarse a pasar al otro lado, por lo que el bosque quedó dividido en dos zonas:  la Norte y la Sur. No fue fácil acostumbrarse a aquella nueva condición y muchas familias quedaron divididas. Las clases en la Forest School -que se habían suspendido durante la construcción-, se reanudaron, pero sólo asistieron los animales que se habían quedado en la zona Norte, lugar donde estaba. El mapache regresó a la escuela y vio con tristeza cómo la mitad de sus compañeros que vivían en la parte Sur habían quedado aislados y no volvería a verlos. Por desgracia, eso incluía a la zorrita. Resignado, trató de olvidarla refugiándose en los libros.

Una tarde, cuando el mapache caminaba a una distancia prudente de las vías del tren, miró al otro lado y vio correr por el follaje a la zorrita responsable de tantas noches de insomnio, y la siguió contemplando hasta que se perdió en el horizonte. Triste pero emocionado, el mapache continuó con su trayecto. Ese día lo marcaría para siempre. La imagen idealizada de la zorrita corriendo por la parte Sur del bosque, lo trastornó tanto que perdió el sentido de la realidad. Sus calificaciones bajaron y vivía como perezoso. Al poco tiempo se olvidó de todo y no tenía otra cosa en qué pensar más que en aquel sitio paradisíaco en donde pasaba las tardes viendo a la zorrita de su vida.

Con las épocas de lluvia las actividades al aire libre cesaron. A pesar de ello, el mapache seguía yendo a su lugar favorito con la esperanza de verla tan sólo un segundo, permaneciendo horas como estatua, parado y sin parpadear ante la furia desatada del agua que caía del cielo como una señal para que desistiera de su locura. Él lo entendió mal: lo veía como una prueba menor para demostrarle la resistencia y los limites sin fronteras de su amor. La salida del sol trajo nuevas oportunidades. Entonces pasó algo inusual. Una tarde, mientras la zorrita jugaba entre la maleza, volteó hacia donde estaba el mapache, y tras dudar, lo reconoció al fin. Ambos se acercaron tanto como el miedo se los permitió hasta llegar al punto en el que sólo las vías del tren los separaban. Después hubo un silencio prolongado que resultó mágico para el mapache pero incómodo para la zorrita. Ella lo saludó rutinariamente, y él quiso confesarle su amor pero todas las palabras del mundo se le quedaron atrapadas en la garganta y no atinó a decir nada. Después, la zorrita le mandó un saludito fugaz de despedida, se dio la vuelta y empezó a correr adentrándose en la parte del bosque que habitaba. El mapache perdió la cabeza y el control de sí mismo, y en un arranque de desesperación, tomó vuelo para saltar las vías. Las patas no le respondieron, pero al ver que la zorrita se alejaba cada vez más, sacó fuerzas de donde no sabía que tenía y cruzó. La persiguió un buen tramo por la zona Sur hasta que la vio reunirse con un zorro que la esperaba en el río. Con el corazón hecho pedazos, vio como su ilusión se desbarató en aquella injusta realidad cuando ambos zorros corrían tomados de la cola, de la misma forma en la que él se imaginó tantas veces que lo haría junto a ella. Cabizbajo y sumergido en una tristeza absoluta, emprendió el regreso hacia la zona Norte. Como iba ensimismado en su tragedia pasional, no se percató que el tren pasaba y la arrolló.

Esta historia le dio la vuelta al bosque. Al día de hoy, los animales curiosos caminan por aquella zona para ser testigos del lugar donde ocurrió la historia de un amor incondicional con tintes de tragedia. El lugar se hizo famoso: es una referencia geográfica para aquellos animales que tienen la ilusión de enamorarse o recobrar la chispa, y aunque a partir de entonces nunca más tuvieron miedo de cruzar las vías, el suceso dio una lección de más peso que permanece en la mente de todas las criaturas jóvenes del bosque: NUNCA, PERO NUNCA, PIERDAS LA CABEZA POR UNA ZORRA.



jueves, 8 de junio de 2017

Momentos Sublimes 7 (Toy Story, Carro no robado y Sueños con Series )

Toy Story

Le puse a mi hijo la película de Toy Story y me quedé a verla con él. Todo era risas y diversión hasta que Buzz Lightyear intenta volar y se da en la madre en las escaleras mientras una canción de fondo dice "no podré naveeegaaar nuuuncaaa maaas". Me desarmó esa escena: es la representación de las aspiraciones fallidas y los sueños rotos, cuando descubres que el mundo es un lugar mucho más hostil del que imaginabas. Mientras trataba de no llorar enfrente de mi hijo, él me puso su peluche de Chewbacca bebé en mi mano y lentamente movió su cabecita redonda como diciendo "dude, por favor no lo hagas”.

Carro no robado

Ayer, después del trabajo, salí a otro estacionamiento y creí que me habían robado el carro. Por un momento me alegré porque el seguro me daría lo que dice el libro azul que es como 20 veces lo que vale actualmente; pero también sentí pena por el ladrón que se lo había llevado porque tendría que pagar un chingo de tenencias y multas, enderezarle los golpes y los 4 rines, cambiarle todas las llantas, los focos, etc., etc. Ya estaba pensando en qué gastarme el dinero cuando noté el error; así que fui por mi carro, me subí sin verlo a los focos y le oculté que había fantaseado con su ausencia. Después comencé a acelerar y manejé sin rumbo fijo hasta que me quedé sin gasolina.


Sueños con series

He visto tantas series últimamente, que a veces sueño que trabajo en la Casa Blanca o mato zombies o resuelvo homicidios o soy abogado de casos perdidos o gánster o vikingo o mentalista. Normalmente prolongo mi sueño con riesgo a que se me haga tarde para llegar al trabajo, y cuando despierto, me quedó unos minutos más sobre la cama recordando lo que hice en el sueño. Después me alisto y mientras manejo durante una hora en el tráfico mañanero, voy pensando lo que haré en el siguiente capítulo cuando me vaya a dormir. El resto de mi vida es llenado con horas de trabajo, familia y series. Sobre todo series.

viernes, 2 de junio de 2017

El BonIcer - Parte 2 de 2

Esta es la segunda parte de la historia del BonIcer. La primera está en un post anterior llamado El BonIcer - Parte 1 de 2

…a nosotros ni nos avisaron. Un día llegamos a la ruta y nos mandaron llamar. Había mucho movimiento, gente desconocida andaba pa rriba y pa bajo en las unidades. Nos dijeron que acababan de instalar barras eléctricas en las puertas de la entrada y salida del camión, con el fin de llevar un mejor control del pasaje. Cualquier persona mayor a un metro con veinte centímetros iba a quedar registrada, y que a la hora de finalizar el turno, el número que se había quedado en las barras tenía que coincidir con el de los boletos, de lo contrario se nos cobraría lo que faltara…

…Si me acuerdo. Pusieron unas barras en las puertas que según esto para tener más checaditos a los choferes de que no se robaran lana. Eso fue y sigue siendo muy incómodo para los que nos subimos al camión. A fuerza tienes que bajarte por atrás para evitar doble marcación, y si va lleno es imposible abrirte paso por entre toda la gente. Con esas cosas ya no dejaban subirse al Bonaizer de ha gratis…

…No era por ser mala onda ni nada, pero ya con las barras le pensaba para subirlo. Al principio me valió madre y le daba chance, pero se pusieron tan mamones y tan estrictos halla en la ruta con eso de las marcaciones, que nos hacían pagar los faltantes o nos suspendían varios días. Me daba pena aceptarle la lana, no podía subirlo y dejar que pagará el pasaje con tal de vender sus bonice ahí en el camión. Así que lo que hice fue mejor ignorarlo, voltear hacia otro lado cuando me hacía la parada…

...Ese fue el primer problema que tuvo. Ya con las barras no lo dejaban subirse a los camiones y tuvo que regresar a vender en la calle. Las ventas bajaron y eso empezó a notársele en su estado de ánimo. A diario llegaba triste, deshecho y resignado, y aunque solito se animaba, yo lo consolaba diciéndole que así había sido al principio, que ya se le ocurriría algo. Fue un duro golpe que soportó y del cual supo reponerse, pero que ya anunciaba algo que era inevitable…    
     
…Se llevaba la mitad de lo que antes pedía, a veces ni eso. Seguía ganando el bono de mayor venta pero ahora la competencia estaba reñida. Una vez se lo ganaron, y ya te imaginarás la burla de los demás vendedores Antes eras un pendejo con suerte -le dijeron- , ahorita nomás te queda lo pendejo

… Por un tiempo ya ni nos hacía la parada. Se dedico a vender bonice desde el crucero de Avenida Palmas y Sendero. Ahí  lo veía y en cada vuelta lo saludaba y le rayaba la madre con el claxon. Cuando me tocaba el turno de la noche, me lo llevaba cuando iba para su casa. Siempre fue un orgasmo platicar con ese wey. Me insistía en que le explicara sobre el funcionamiento de las barras, en el porqué y cómo del sistema, hasta que se le prendió el foco y halló una solución, una debilidad en el proceso de marcación…

… A mi ya se me había ocurrido pero no quise decir nada. No era pedo mío. El truco estaba en que a nosotros nos peleaban los registrados en la barra de la entrada, no en la de la salida. Los choferes nos subíamos por la parte de atrás para evitar marcaciones, y si no cuadraban los números de las dos barras, sacábamos la excusa de que la gente se amontonaba a la salida, o bien, habíamos sido nosotros que bajábamos cada vuelta cuando llegábamos a la ruta…

…Me había acostumbrado a renegar tanto de él, que hasta lo extrañé cuando no lo dejaron subirse. Pero luego volvió a aparecer. Cuando el camión se detenía, el se agarraba echo madre corriendo y se subía por la parte de atrás. Tuvo un segundo aire…

… Lo sabía. Ya le había dicho que algo se le ocurriría, pero justo cuando las cosas mejoraron apareció el segundo problema: había llegado el tiempo de frío…

… Este tipo de trabajo es temporal. El apogeo viene en pleno verano pero en otoño e invierno el business se muere. Todos los trabajadores lo entendieron, pero él seguía renuente y no sé cómo le hacía pero seguía vendiendo, ya no a lo bestia como antes, pero por lo menos el promedio de lo que vendía cualquier otro en un día de verano…

… Y empezó la cuenta regresiva. Conforme íbamos entrando más a noviembre, el frío se iba acentuando y ya no vendía nada. Regresaba a casa cargado con todos los bonice que le habían sobrado. Poco a poco fueron dejando de producir los sabalitos esos y la empresa cambió  de giro. Ahora le daban chocolates para vender y eso ya no le gustó. Estuvo un tiempo trabajando de mala gana, hasta que se hartó como lo hizo en el pasado con su papá y renunció. Ahí se deprimió. El lapso que duró sin empleo, trató de reincorporarse de nuevo a la familia pero no se adaptaba. Era otro: menos paciente, más distraído, inquieto; andaba por la casa como león enjaulado. Nos había cambiado por el pinche trabajillo ese que ya hasta nos veía como ha desconocidos. Descuido a los niños, me descuidó a mí, y aunque trató de ponerse al corriente y de estar al pendiente de nosotros, ya no volvió a hallarse con ninguno. Se la pasaba encerrado en nuestro cuarto, haciendo sabe qué cosas y sólo salía para ir al baño o ir a la cocina por un vaso de leche…

…Sólo pasa en Monterrey. El clima de aquí esta bien raro, creo que nuestra ciudad es una de las pocas en donde las condiciones ambientales cambian drásticamente, y se van a los extremos en cuestión de horas. Quién se hubiera imaginado que íbamos a recibir el año nuevo en manga corta, sudando la gota gorda. Pero así pasó, estuvimos una semana con las temperaturas casi a los treinta grados, y aunque en el prónostico del tiempo daban razones del porqué el fenómeno climático, todos sabíamos que era una de las tantas peculiaridades de nuestra ciudad. La más notoria es que basta con que llueva poco, con una meada para que se inunde todo Monterrey…

…Yo le dije que no era normal, que ese calor no podía ser bueno. Él lo entendió mal, pensaba que era un señal para salir a vender, como un segundo tiempo, un tercer aire, una nueva oportunidad. Me acuerdo que se puso su trajesito y, mientras acomodaba en la hielera algunos bonice que aún quedaban en el congelador, le pregunté que a donde iba
-A chambear, ya me canse de estar de huevón.
-Pero Beto porque no dejas por la paz eso de los bonice. Es temporada de frío, este calor es engañoso, nadie los va a comprar.
-Es invierno si, pero el calor dice otra cosa y tengo que aprovecharlo. Al rato regreso chaparra, cuidame a mis hijos.
-Pero a qué hora regresas.
-Hasta que los venda todos, a lo mejor en la tarde, sino ps hasta la noche.
Se colgó la hielerita, se puso la gorra, se dio la media vuelta y salió de la casa. Nunca nadie lo volvió a ver.

…Escuché que se fue pal gabacho, allá con su hermano, no me acuerdo como dijo que se llamaba…

… Al Bonaizer lo mataron. O bueno eso dicen, que disque lo quisieron asaltar y que, como no se dejó lo acuchillaron…

… El primo del cuñado del vecino de mi amigo me contó que el Bonaizer ganó un concurso de caballitos de tequila, y que antes de llegar a su casa le dio una congestión alcohólica y se murió…

…Yo supe que abandonó a su mujer y a sus hijos y se fue con una golfa. Tan caballeroso que se veía y al final resultó ser igual o peor de cabrón que todos…

… Dicen que lo vieron irse con los del circo ese famoso que vino a Monterrey por aquellas fechas. Era lo suyo, bien por el…

El BonIcer era uno de esos personajes urbanos que formaban parte del paisaje rutinario de la colonia. Poeta de la vida, tenía la magia de restarle importancia a los problemas personales, dividir las desgracias de la situación en que vivimos, sumar risas colectivas y multiplicar la esperanza mediante el contagio. Fácil fue encariñarse de él, triste es hacerse a la idea de que no lo volveremos a ver. Quizá ande perdido,  improvisando nuevas rutas de venta, en otra ciudad, estado o país, o en cielos más azules que este. A quienes se nos metió hasta por debajo del pellejo, nos quedamos con sus inolvidables  canciones sin sentido y sus frases llenas de un humor improvisado y encarnado, esas palmaditas en los hombros que significaban un “no te des por vencido”, un “ponle huevos cabrón, no mames lo tienes todo para cambiar tu destino, porqué no lo haces”. Que dios lo tenga en su santa gloria o que algún día encuentre el camino de regreso a su casa.


…Yo creo que simplemente se lo trago la tierra.

jueves, 1 de junio de 2017

El BonIcer - Parte 1 de 2


Hace tiempo quise retratar a personajes urbanos que por alguna razón forman parte del folclore local. Aquí escribí sobre un vendedor de BonIce que era diferente al resto. En estos testimonios -de gente que dice haberlo conocido- hay mitos, chismes, leyendas, verdades y ficciones.

…Yo lo conocí. Creo que se llamaba Alberto o Filiberto, no sé, pero todo el mundo le decía don Beto; al menos hasta que se volvió todo un personaje. Recuerdo que me lo topaba en las tardes, en la parada de la esquina y a veces se ponía a platicar conmigo en lo que llegaba el camión. Eso era como a las cinco. Yo regresaba casi a las nueve de la noche, y lo veía desde la ventana: sentado en la banquita de la parada, semidormido y apoyando el brazo en su hielera, esperando el último camión…

...¿A don Roberto? claro que lo conocí. Era un señor a toda madre, bien chambeador que llegaba aquí con los voceadores desde las diez de la mañana y se iba hasta la noche. Empezó al lado de donde ponemos los periódicos, con su uniforme de payaso, su madre donde metía los sabalitos esos, y una campanita que hacía sonar tan cagante, que hasta daban ganas de metérsela por el culo. Como que la venta estaba muy baja y se le ocurrió treparse a los camiones. Daba risa ver como se paraba el camión y se subía a huevo y a huevo lo bajaban, o nomas lo mandaban a la chingada y ya. Esos chofies de la ruta  son bien mamones. Quien sabe cómo le hizo pero de repe lo dejaron subir.  Creo que ahí empezó todo, ahí la gente le empezó a agarrar cariño. ¿Ya le dije que era a toda madre?...

…Al Bonaizer claro, todos los de la ruta éramos camaradas de ese wey. Se llamaba Humberto. Me acuerdo que al principio le cerrábamos la puerta en la cara, o si se lograba subir lo bajábamos o ya ni nos deteníamos  cuando nos hacía la parada. Eso fue porque desde la central nos traían a puro pan y verga y teníamos prohibidísimo subir a cualquier cabrón que no fuera pasaje. Un día, ya sabe la calor, le abrí la puerta pa comprarle un bonice y me lo regaló. Desde esa vez lo subía y me regalaba uno, a veces se quedaba conmigo y platicábamos a toda madre...

…Era un señor muy chistoso. Pobresito, lo vestían como pingüinito y a mí me daba mucha risa cuando cantaba. Todos le compraban.  Hacía chistes y decía frases muy pegajosas. Se presentaba como si fuera un mago y a cada niño nos decía cosas, y cantaba canciones de los sabores. A veces cuando mami no tenía para comprarme uno, el me lo regalaba pero quería que le sonriera. Yo le pregunte su nombre Dime Bonaizer mija. Cuando acompañaba a mami a la tienda  y lo veía esperando el camión le decía adiós. ¡ Adiós Bonaizer! y el hacía un saludo como si fuera soldado…

…Estaba muy cabrón, al principio la gente se sacó de onda como diciendo, y este pendejo que quiere vestido así, y claro, era como para burlarse porque los traían vestidos de payasos o vaya uste a saber de qué, pero daba hasta pena ajena verlo. Pero a la gente se le olvidaba eso cuando empezaba a hablar y los convencía; aparte de que la llevaba de gane con el calorón, les hablaba como si estuviera vendiendo cualquier cosa menos bonice y le compraban.  No creo que la compañía le haya echo aprenderse cancioncitas tan pendejas como las que se aventaba, pero a los niños parecía gustarles. A los chavos los weyaba, a los señores les hablaba como si fueran conocidos de muchos años, a las viejas las piropeaba pero sin faltarles al respeto, y con los ancianitos se portaba amable, y hasta evidenciaba a los cabrones que no cedían lugar de poco hombres e hijos de la chingada. Le dijeron de muchas formas, pero apodos gachos, humillantes, hasta que se los ganó y el único apodo que le quedó fue el del Bonaizer…

…Heriberto cuando llegó era de los más flojitos. Era gente estudiada que casi arma una revolución pero lo pusimos en cintura. No lo corrimos porque en ese tiempo nos hacía falta gente que fuera buena para la venta, y desde las primeras entrevistas, dio chispazos de conocer este business. Luego de tres semanas sus ventas empezaron a subir. No sólo vendía los de cajón sino que hasta llegaba a mediodía con la hielera vacía exigiendo más. Claro que se los dábamos, y llegó un momento en que vendía más que todos los de la zonita 51 juntos...

…De un día pa otro llegó con una señora hielerota y nos pedía que se la cuidáramos. Cargaba con una hielera más chavita y la atascaba de sabalitos y se lanzaba a los camiones. Casi cada media hora llegaba por más y volvía a lo mismo. Empezó a vender a lo pendejo, ya pa esos tiempos la gente le decía el Bonaizer…

…y eso era a diario, se subía a la unidad, vendía, se bajaba, cruzaba la calle, se subía a otra unidad y lo mismo hasta las once de la noche que pasaba el último camión que lo llevaba hasta su casa…

…Era gran esposo y un buen padre. Al principio trabajaba con su papá en un despacho jurídico y nos iba bastante bien. Tenía el futuro arreglado con su papá, pero una vez me confesó que el no había nacido para estar atrapado entre cuatro paredes, sentado ocho horas en un escritorio que dijera su nombre. A pesar de que no le gustaba su trabajo eso nunca transformo su buen humor. A los niños y a mí nos quería igual pero de diferente manera. Con los niños era muy cariñoso: a Betito el mayor, siempre le ayudaba con la tarea de la escuela y lo aconsejaba hablándole como a un amigo, a mija la trataba como princesa. Conmigo ni hablar, era detallista, sin vicios, comprensivo, caballeroso, juguetón, amable, de esos hombres que no existen. Un día lo vi más feliz que de costumbre y me dijo que había renunciado a su empleo pero que no me preocupara, que todo estaría bien. Luego de una semana sabática empezó a buscar trabajo. No le daban y no le daban. Yo le decía a Heriberto que regresará con su papá, que era trabajo seguro y buena paga, pero me ignoraba y se la pasaba repartiendo currículos por todos lados, yendo a entrevistas. Ni le preguntaba cómo le había ido, pa que si con verlo a los ojos me daba cuenta que nomas no había conseguido nada. Empezaron a llegar las cartas amenazantes, la cortada de los servicios  y las deudas se seguían acumulando. Un día llegó vestido todo de azul y rosa, con una gorra de pingüino y una hielerita. Es que ahora voy a vender bonice- me dijo-…

…Ese señor era otro pedo. Aquí en los pollos le prestábamos el baño y de vez en cuando lo invitábamos a comer. Te aventabas un cura cuando lo escuchabas hablar, nombre, te cagabas de la risa con todas las mamadas que sacaba. Nos acostumbramos tanto a él, que hasta se sentía otro ambiente los días que no caía al negocio...

...Hace mucho, vino aquí a la estética a que le cortara el cabello. Era un sábado creo, tenía mucha gente y le dije que no lo podía atender. Al día siguiente vino, exactamente cuando estaba por aplicar un tinte. Le di una tarjeta y le dije que mejor otro día, que llamara primero para sacar una cita. Nomás se fue y en seguida que suena el teléfono. Reconocí su voz y cuando voltee hacia la calle lo vi en el teléfono público que estaba afuera en la banqueta. Qué tal buenas tardes, llamo para ver si me puedes hacer un espacio en tu agenda de mañana como a eso de la seis de la tarde, ¿se puede?, ok gracias, hasta mañana entonces...

…No entendía porque le hacían tanto pedo. Para mí era otro pendejo que vendía los bonice que sabían de la verga. Hasta llegué a pensar que la colonia en que vivía había pura pinche chusma que se sorprendía con cualquier cosa. Pero me tocó presenciar una de sus tantas aventuritas. Venía del trabajo y justo antes de que llegará a la colonia que se sube el tipejo este. Empezó con sus faramallas pero se detuvo cuando vio que una viejita le había timbrado al camión, y este no se detenía. Bajan-gritó el Bonaizer,-  Aquí no es parada –le contestó el chofer, -Pero la señora ya tiene rato que te esta haciendo la  parada,  –Tu cállate pinche payaso, o te bajo a la chingada,  – Que te pares, de perdido para el camión si ya no puedes parar otra cosa, –Que dijistes?, - Uuuuu, aparte de pelón y viejo también sordo. Y que frena en seco el chofer. Todos estábamos muertos de la risa. La viejita aprovechó la parada del camión para bajarse. El chofer que se para de su lugar y le dice que se  baje.- Bájame cabrón. El Bonaizer que se quita su hielera y se le cuadra. Se me hace que lo vio muy decidido porque el chofer se arrugó, dio el típico pasito para atrás y le dijo que no lo obligara a bajarlo a la fuerza aquí en frente de todos. - Cómo ven público presente -dijo el Bonaizer-¿quieren que me bajé?. Todos gritamos que no. -Quieren que le parta su madre a este pelón. Coreamos un sí. -Mira wey, si no te gusta tu jale ese es muy tu pedo, pero a ti te pagan por subirte a un camión y dar vueltas como pendejo, cuando la gente te hace la parada te paras, tan fácil como eso, así que si no quieres que te meta la putisa de tu vida, mejor dale y déjate de chingaderas. El chofer se dio la media vuelta y puso en marcha el camión. Ya no supe que más pasó porque desgraciadamente tenía que bajarme…

…poco a poco salimos de las deudas y tuvimos una buena racha. Me acuerdo que los niños llegaban de la escuela y lo primero que hacían era correr a comerse los bonice que su papá les había dejado en el refri. Heriberto llegaba tarde y cansado. A diario se levantaba muy temprano y no lo volvía a ver hasta la noche. Llegaba con los pies hinchados y medio tono más negro de cómo se había ido, pero ese trabajo le gustaba y creo que hasta era feliz. Me platicaba de lo que le había pasado en el día mientras le preparaba algo de comer. A veces ni cenaba porque se me quedaba dormido…

…Era el primero en llegar y el que más se abastecía de bonice. Le empezaron a tener envidia sus compañeros pues el solo pedía casi la misma cantidad que todos juntos, y siempre se sacaba el bono por ser el de mayor ventas. No le importaba lo que le dijeran los otros, al fin y al cabo, a la hora de reportar los vendidos, con decir el puro número les cerraba la boca a todos…

…Al pobre sólo le habían dado un cambio de uniforme y se lo lavaba a diario. Se le rompió varias veces pero se lo remendaba, hasta que una vez llegó con el pantalón echos añicos. Según él había escapado a una persecución de perros,  pero aún así le había tocado uno que otro tarascaso. Se lo remendé como pude y le dije que pidiera otro. Se tardaron como una semana en darle uno nuevo, y el que le dieron era más feo que el anterior, y de una tela más corriente. Cuando se lo eche a lavar  se le encogió. El pantalón le quedaba como pesquero y la playera parecía de esas blusas ombligueras. Aun así se lo ponía hasta que se mandó hacer el suyo y otros dos cambios…

…Un día se presentó igual de temprano que siempre, y me dijo que si no tenía otro uniforme que le pudiera dar. Si hubiera tenido  se lo hubiera dado, pero no había quedado ni uno sólo y además estábamos cambiando de concepto, y ya iban a llegar los nuevos modelos. Eso fue lo que le dije, que con los nuevos sabores de kiwi y mango picosito les íbamos a dar nuevos uniformes, pero que esperara una semana o tal vez dos a que estuvieran listos. En cuanto nos llegaron él fue el primero en recibir el suyo. La siguiente mañana llegó con el pantalón y la playera encogida; me pedía otro, o bien, que le diera licencia para mandarse a hacer el suyo…

Continuará

martes, 23 de mayo de 2017

Por qué los locutores de radio son mejores que los conductores de TV

A la hora de narrar partidos de fúbtol, todo mundo sabe que los locutores de radio son mejores que los conductores de TV. Los primeros tienen que crear una imagen a base de palabras para que los radioescuchas puedan ver, tocar y sentir la realidad usando la imaginación; mientras que los segundos repiten lo que se ve y lo complementan con folclore para no ser muy obvios o redundantes.

Los de radio tienen un estilo que cultiva la crónica y la epopeya: la historia se va escribiendo con cada frase y cualquier cosa puede suceder en el terreno de la imaginación. Retomaron las técnicas de los juglares en el arte del buen narrar y usaron la palabra como instrumento para propagar –por vez primera- un mensaje  que llegaría a grandes audiencias. Sin Wikipedia ni búsquedas rápidas en Google, los locutores debían documentarse y echar mano de la memoria para sacar un dato puntual: eran eruditos en lo que hablaban. Son los responsables de que muchas generaciones anteriores a la era de la televisión pudieran soñar con lo imposible. Los buenos y auténticos locutores de radio están en peligro de extinción. Son jubilados por “jóvenes promesas”  o relegados por “figuras públicas” que atraen audiencias sedientas de espectáculo sensacionalista.

Los conductores de TV están más preocupados en elevar el rating mediante provocaciones y polémicas falsas, que en generar debates que conduzcan a la crítica constructiva. Han acostumbrado a la gente a escuchar chismes sobre la vida privada de los jugadores en cada despeje de portería, saque de banda o cobro de falta. Las estadísticas, nombres de jugadores, efemérides y frases trilladas ya están en Internet: sólo hay que copiar y pegar. Los de la TV son reventados o citados en las redes sociales según el humor y la moral en turno, y no desaprovechan la ocasión de hacer ruido para enganchar a la gente: todo sea por un like o un share. Cómodos desde sus asientos privilegiados y saliendo a cuadro en programas de cobertura nacional o internacional, no se han preocupado en explotar los límites de sus antecesores porque se mueven en otra dirección que no tiene que ver con lo deportivo sino con lo mediático y los flashazos del business show en que se ha convertido el fútbol.

La frase “Una imagen dice más que mil palabras” puede ser cierta; pero un silencio, una pausa, un grito eufórico sin el spoiler de la imagen, mueve más fibras y eriza más cabellos a la hora de anticipar o prolongar las emociones. 

Larga vida a los viejos locutores de radio…

viernes, 20 de enero de 2017

Momentos Sublimes 6

A la entrada de un hospital, una trabajadora social me extendió un folleto sobre adicciones y me preguntó que si consumía drogas. Yo le contesté que mi única droga eras tú, que me encantaba emborracharme de tus besos, me relajaba fumar tu esencia natural de mujer primaveral, que me extasiaba perderme en las montañas y cuevas de tu geografía y que tu risa me inyectaba dosis inimaginables de alegría que recorrían por completo todo mi cuerpo y llenaban mi sistema. La trabajadora social empezó a repartir besos y condones a todas las personas que entraban y salían del Centro Médico…

Ayer fui al puesto de elotes de Don Pifas y le pedí uno con todo. El volteó a verme como si lo que acabara de decirle fuera una daga que se le clavara en el corazón y me dijo que así, con todo, era como él amaba a Doña Chayito antes de que lo abandonara para irse con Don Chuy, el señor de los helados. En ese momento corrí hasta la tienda de licores y regresé con una botella del mezcal más seco y fuerte que el dinero puede comprar, y mientras nos la tomábamos veíamos en silencio cómo el sol se ocultaba en el horizonte y el viento jugueteaba con las hojas verdes de los arboles…


Un reportero de la TV me entrevistó en la calle para conocer mi opinión sobre el alza en la gasolina y yo le dije que no me afectaba tanto porque el único combustible que necesitaba para echar andar este motor al que la ciencia llama corazón es tu amor, y porque eres tú la fuente de energía más poderosa de todos los universos paralelos en expansión que existen. El entrevistador bajó el micrófono y se puso a dar el pronóstico del clima mientras lentamente se quitaba la ropa…

...Fue hermoso!

lunes, 16 de enero de 2017

Momentos Sublimes Rutinarios

Mientras caminaba por un parque estornudé y la señora que le daba de comer a las palomas me dijo “bendito Dios”. Yo le repliqué que bendita era tu boca que da besos y no hiere con palabras ofensivas ni mentiras que lastiman, porque al abrirse crea un universo idílico que es capaz de transformar las tinieblas en luz y porque no hay nada más magnífico que escuchar mi nombre saliendo de ella. De repente las palomas emprendieron el vuelo y dibujaron en el cielo tu nombre antes de cagarnos a todos encima…

En un puesto de periódicos tomé un ejemplar de Men’s Health  y el vendedor me dijo que también tenía el número pasado por si me interesaba. Yo le contesté que no me interesaba tu pasado porque el destino había barajeado nuestras vidas y colocado en el lugar y momento adecuados y que por esa simple razón conocer tu historia era tan innecesario como saber que la clave de larga distancia de la Antártida es la 672. El vendedor empezó a llorar, sacó un teléfono, marcó un número y cuando al otro lado de la línea se escuchó una voz femenina le dijo que la perdonaba por haber sido tan puta…

El otro día me intentaron asaltar. Un ladrón con pistola en mano me dijo que le diera todo lo que tenía o disparaba. Yo le dije que lo único que tenía eran unas malditas ganas de volverte a ver por lo menos una vez más en la puta vida, porque desde que te fuiste me cuesta distinguir los días de las noches y todas las canciones de la radio –incluso los comerciales- me recordaban a ti. Dispara si quieres, le dije. El tipo bajó el arma, me miró con dolor y empatía, y sin más, nos abrazamos como si el mundo se fuera a acabar en ese instante…

En la madrugada me despertó una operadora de Telcel para preguntarme que si ya contaba con algún Plan y le dije que sí, que mi plan era conocerte, conquistarte, amarte y adorarte todos los días de mi vida y que sería paciente y dedicado porque nada que pueda durar para siempre es fácil de encontrar y conservar. La operadora dejó escapar un suspiro a través del auricular y con voz entrecortada me dijo que pronto nuestros caminos se cruzarían y seríamos felices. Agradecí sus buenos deseos y le dije que tenía que colgar porque quería seguir soñando con vos…


…FUE HERMOSO!!

lunes, 9 de enero de 2017

Momentos Sublimes en las Canciones

Hay canciones que duelen más que los golpes que te da la vida

El otro día, en un puesto de tacos, apareció un señor con guitarra en mano y se puso a cantar la de Amor eterno de Juan Gabriel. Yo hice como que no lo escuchaba mientras le ponía salsa a mis tacos, pero en mis adentros iba desmenuzando la letra y me dolían todas y cada una de las notas de la canción. Cuando la guitarra se detuvo y la voz se apagó, tuve que decir que el picante estaba muy fuerte para justificar mis lágrimas y como que a todos las personas del lugar les pasó lo mismo porque llorábamos ha rienda suelta…

De camino al aeropuerto, el conductor del Uber iba cantando un tango triste sobre una mala mujer y entonaba el estribillo con una voz tan desgarradora que terminé por entender su sufrimiento. Cuando llegamos a la terminal y me entregó la maleta, le di un abrazo de esos que pegan todas las partes rotas del corazón y le dije que el tiempo se encargaría de curar cualquier herida pero que no tratara de borrarla porque las cicatrices eran como insignias que todo guerrero con más de mil batallas en el amor debe tener. El conductor no dijo nada, solo me vio y empezó a llorar como si nunca lo hubiera hecho en su vida, y antes de abordar el avión descubrí que yo también odiaba a esa maldita mujer…

En el avión, la aeromoza me preguntó que si todo estaba en orden y le dije que sí, que pensaba dormir para soñarte porque soñar contigo era como estar despierto dos veces y que a pesar de que estaríamos lejos nuestro amor nos acercaba cada vez más y eliminaba  todas las barreras físicas y las distancias geográficas. Al oír esto, los demás pasajeros comenzaron a amarse en los pasillos y baños mientras el piloto cantaba por el altavoz Perfume de gardenias

En uno de los controles de seguridad me preguntaron que si "business or pleasure" y les dije que no way, que no way porque tu Amor no es negociable y lo único que me da placer es estar a tu lado y aspirar tu esencia de florecita primaveral sacada del jardín de Versalles. El oficial se quitó su gorra de Donald Trump, oprimió un botón rojo y mientras sacaba un guante blanco silbaba al borde del llanto la tonada de Love Hurts...

Fue hermoso!

martes, 3 de enero de 2017

Las claves para ser un Fuera de Serie

Recientemente he descubierto que diez mil es el número mágico que separa a la gente normal del resto, la diferencia entre un pianista aficionado y otro que es concertista de la Orquesta Filarmónica de Viena. Según Malcolm Gladwell, se requiere de esa cantidad de tiempo de PRÁCTICA para dominar con maestría una disciplina, y si lo que quieres es ganarte un buen lugar en la historia o transformar al mundo necesitas de otros dos factores adicionales: la OPORTUNIDAD y la HERENCIA.

Para los que confunden al amor con la rutina y a la pasión con la locura, seguramente no hallarán la diferencia entre la suerte y la oportunidad. Siempre he creído que todos tenemos al menos una chance en el trascurso de la vida para dar un vuelco al rumbo de nuestro barco, pero no todos logramos identificarla o quiénes lo hacen no la aprovechan del todo y ven en cámara lenta como se pasa de largo. Este tipo de oportunidades y las que ofrece la historia de vez en cuando a algunos individuos que están en el lugar y momento adecuado, son las que se deben de aprovechar sin dudar. Gladwell nos dice que para ser un multimillonario industrial como Rockefeller o Carnegie necesitabas haber nacido en la década de 1830 y de esa forma acudir puntual y bien preparado a la cita con la mayor transformación económica que se daría entre 1860 y 1870; o bien, para ser un riquillo del software tuviste que haber llegado a Silicon Valley en 1975 con veinte o veinticinco años, no tan “maduro” como para buscar un empleo estable en una empresa ya consolidada, pero tampoco tan joven como para adolecer de la experiencia necesaria y tener que interrumpir la revolución informática para asistir a la clase de Programación II. La oportunidad a la que se refiere no sólo puede estar basada en momentos clave o años, sino en los meses de nacimiento. Aquellos niños que nacen más cerca del inicio del periodo de corte de la escuela o cualquier deporte o disciplina, tienen una ventaja sobre el resto porque en aquella etapa tan primaria de la vida, los meses de diferencia son decisivos para su desarrollo físico y mental. Dicho con otras palabras, quién nace en el día uno del mes primero de ese periodo, va once meses y treinta días adelante de los que nacieron el último día permitido en la convocatoria: un mundo de diferencia a esa escala que se irá acentuando conforme el “Sistema” los ponga a competir y separe a los más “aptos”, “capaces” e “inteligentes” de los “rezagados”, “lentos” o “sin vocación”.

El tercer factor es la HERENCIA, pero no la que nos deja un pariente rico como en las películas o la que tiene que ver con la calvicie del padre o la nariz de la madre, sino del tipo de herencia cultural y formativa que nos es inculcada por nuestros padres. Puedes tener la práctica y aprovechar la “gran oportunidad” de tu vida pero si no tienes las herramientas para abrirte paso en el mundo no llegarás muy lejos. La inteligencia práctica –que es como se le conoce- está conformada por las habilidades sociales, capacidades de negociación y comportamiento de cada individuo y están fuertemente ligadas al tipo de educación que recibiste. ¿Te da pena preguntar algo? ¿Crees que mereces respeto y tu opinión es valiosa? ¿Puedes manipular las situaciones a tus deseos? ¿Cuál es tu reacción ante situaciones límite? ¿Qué dicta tu cultura sobre tus creencias y costumbres? Si la inteligencia analítica está asociada con el coeficiente intelectual de cada persona, la inteligencia práctica se construye en casa y en la sociedad a la que perteneces y va desarrollándose conforme se van enfrentando situaciones cotidianas, y es mediante estos aprendizajes, consejos y medidas implementadas por mamá o papá que se moldea el carácter que definirá nuestra forma de actuar en los siguientes años.

Resumiéndolo un poco, necesitas tener práctica (unas diez mil horas), aprovechar las oportunidades históricas (algunas irrepetibles) y haber desarrollado una poderosa inteligencia práctica que te lleve a conseguir lo que quieres para convertirte en un “fuera de serie”.

Cuando supe todo esto, tres preguntas repiquetearon en mi cabeza: ¿En qué puedo tener diez mil horas de práctica? ¿Estoy ante una oportunidad histórica? ¿La herencia de mis padres fue suficiente? Las respuestas me llegaron casi en automático pero me resistí a aceptarlas. Sin darme por vencido, escarbé profundo hasta que hallé la cuadratura del círculo y descubrí emocionado que debía de tener –a mi edad- más de sesenta mil horas en dormir. La cuestión es que en la época en la que vivo, el sueño no es un producto o servicio que pueda ser comercializado, y nadie –al menos que yo conozca- tiene tanta inteligencia práctica como para levantar un imperio multimillonario multinacional por el simple hecho de pasar horas y horas durmiendo. Tal vez la historia me ha jugado una mala pasada situándome en un punto en donde la habilidad en la que soy experto no es muy rentable. Tampoco es que me preocupe mucho esto, pero por si acaso, seguiré depurando mi técnica en el bello arte del buen dormir y trabajando mi inteligencia práctica hasta que llegue la “gran oportunidad”.

Bonus: En el libro Outliers (Fueras de Serie) de Malcolm Gladwell, se explica por qué Mozart, Bill Joy, Bill Gates, Robert Oppenheimer, The Beatles y Joe Flom son unos fueras de serie y desmorona algunos mitos sobre los genios, el talento innato y el éxito. También aclara el poderío económico de las generaciones judías y de porqué los orientales son más aptos para las matemáticas y dedicados al trabajo.