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viernes, 28 de octubre de 2016

El Silencio de Bob Dylan al Nobel de Literatura

Nadie puede negar que el trabajo y la producción de Bob Dylan durante más de cincuenta años son arte en su máxima expresión: es música, poesía, crónica, ensayo; pero ¿darle el Nobel de Literatura? Para fortuna, desgracia o indiferencia de muchos, ese premio sólo puede ser otorgado por un Comité Sueco que decidió dárselo a Robert Zimmerman en 2016 por “crear nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición musical estadounidense”, resucitando tanto a Safo como a Homero en la declaración oficial para justificar y darle el peso de los clásicos a una estrella del folk y el rock.

La polémica se desató al conocerse la noticia. Cualquier persona con una cuenta en redes sociales o con acceso a alguna plataforma digital, opinó sobre la resolución –como prueba este escrito-  justificando al despreocupado músico o escupiendo una lista de nombres que a su juicio lo merecían más. Se habla mucho de sí la premiación tiene tintes políticos al estar en puerta las elecciones de Estados Unidos –Dylan ha manifestado su desaprobación por Trump- o si es parte de una campaña publicitaria para escandalizar a los medios y atraer nuevos reflectores a un sector literario que agoniza. Los más fatalistas lo interpretan como la confirmación de que la literatura se ha salido de los libros y los más inocentes como un intento sincero de la academia por reconocer a géneros que durante tantos fallos han sido olvidados. Hago una pausa en todas estas teorías de conspiración y justificaciones rebuscadas o simples, para enfocarme en otra cosa que me tiene más a la expectativa. Escribo esto a catorce días del anuncio del fallo, cuando aún Bob Dylan sigue “dejando en visto” –salvo por una publicación en su web que ya fue borrada-  a la Academia de Estocolmo, que ya ha renunciado públicamente a hacer más esfuerzos por contactarlo. “Si no quiere venir, no vendrá, será una gran fiesta igual” dice la secretaria y vocera Sara Danius, tratando de minimizar el hecho de que posiblemente estemos ante el tercer ganador que rechaza la distinción, el primero en 52 años.

Sobre los otros dos que dijeron NO al Nobel, Wikipedia nos cuenta que lo de Boris Pasternak se debió a presiones de la entonces U.R.S.S. y que Jean-Paul Sartre declinó porque no creía en las instituciones ni quería servir como instrumento en un conflicto de intereses de la Guerra Fría. En ambos casos la política parece estar presente, pero tanto el escritor ruso como el filósofo francés se tomaron el tiempo y la molestia de comunicar su rechazo a través de una carta a la Academia Sueca en donde cada quien –y a su modo-  agradeció y declinó el galardón con justificaciones, lamentos y disculpas incluidas.

¿Hasta cuándo permanecerá el silencio de Dylan? ¿Era parte de la estrategia del Comité que el premio “más importante de las letras” fuera ignorado por su ganador como quien le sube la ventanilla a un vendedor ambulante? ¿Se habían planteado la posibilidad de que aquel arrebato de “genialidad” y “frescura” podía dejarlos a merced de los caprichos de Robert Zimmerman que anteriormente no había asistido a otras ceremonias como las del Oscar, el Príncipe de Asturias y el Pulitzer? Porque de no ser así, la indiferencia de Dylan podría ser otro golpe seco -venido desde fuera del mundillo literario- a la credibilidad de los métodos y criterios de los que se vale la Academia Sueca para elegir anualmente a un ganador.

En la página de un diario por internet había una encuesta en donde lanzaban la pregunta ¿Cuál es el mensaje secreto en el silencio de Bob Dylan? Y accediendo con una cuenta de google podías seleccionar cualquiera de las tres opciones: a) Siente que no lo merece, b) No le importa ni el premio ni el dinero, c) Que es Bob Dylan. La mayoría opinaba c), muy por detrás quedaba la b), y tal vez por temor a un linchamiento en redes sociales, el inciso a) no llegaba ni a los dos dígitos. Me pareció que a la encuesta le faltaba un inciso, el d) Otro, seguido de un text box que te permitiera escribir con libertad tu propia respuesta. La mía hubiera sido que tal vez el músico no siente mucho mérito en que un grupo de viejos que “representan a la alta Literatura mundial” lo reconozcan como un medio conductor para que pueda ser comunicada la poesía. Si para la Música, la Literatura no es un fin, sino uno de los tantos elementos de los que se vale para crear otra expresión artística que puede llegar a través de más medios y ser disfrutada por más sentidos que los que ofrecen la literatura escrita en los libros ¿por qué embarrarse y pertenecer a una lista llena de polémica, cuando en tu ramo has alcanzado la inmortalidad varias veces y eres el puto amo del universo? Tal vez la respuesta a esta pregunta también esté en el mismo lugar  en donde una de sus canciones más famosas nos dice.

Bonus: tras el anuncio del ganador, Spotify informó que las reproducciones de la música de Dylan habían subido un 512%, un número jugoso que las jaurías de las editoriales de todo el mundo ven con hambre y envidia. Si antes del 13 de octubre del 2016 alguien hubiera dicho que el principal beneficiario con el Nobel de Literatura de esta edición sería la industria musical, hubiera pasado de loco a profeta venido del futuro en menos de 24 horas.


Posdata: algún día alguien hará una recopilación de todos los memes de burla sobre Murakami y tal vez gane un premio por “representar con ironía y humor las aspiraciones de uno de los tantos candidatos eternos al Nobel de Literatura que gozaba de la preferencia pública”

"Hey, Mr. Tambourine man, play a song for me. I'm not sleepy and there ain't no place I'm going to..." Bob Dylan 

lunes, 24 de octubre de 2016

La Aventura de Leer Crónicas Marcianas

En este libro de relatos de ciencia ficción se narran las distintas expediciones para la colonización del planeta Marte. Ambientado en el periodo futurista de 1999 al 2026 (el libro fue publicado en 1950), Ray Bradbury describe de manera cronológica los viajes al planeta rojo y los intentos de la humanidad por replicar una sociedad parecida a la de la Tierra.

Aunque en el libro no abundan las descripciones tecnológicas arriesgadas, supone un hito para una época que aún no ha llegado a la luna pero que ya sueña con la posibilidad de los viajes interplanetarios y la exploración espacial. Más que una apuesta para anticiparse a inventos innovadores avanzados, el autor prefiere enfocarse en las condiciones del hombre y pone de manifiesto la capacidad innata que tenemos para joder las cosas, el vacío que producen las perdidas, los miedos y las obsesiones que todo lo transforman, la incomprensión hacia lo desconocido, el poco respeto por otras culturas y razas, la crueldad y el sinsentido de la vida; y para ello usará la arena, las montañas y las ciudades de Marte como escenario (los pocos relatos ambientados en la Tierra tienen como propósito la salida del planeta o el reflejo de su destrucción); y serán los marcianos y los terrícolas los actores principales que irán cediendo su protagonismo al otro conforme avancen las páginas del libro.

Los marcianos de Bradbury tienen ciertas similitudes con el hombre, características que parecieran estar presentes no sólo en nosotros sino en todas las criaturas del universo. Aunque son de tez parda, de ojos rasgados y amarillos, con la capacidad de comunicarse por telepatía y cambiar de forma física, no son tan grotescos ni diferentes a una silueta humana y son seres sencillamente complicados, compasivos, contradictorios, y en ocasiones inocentes o despiadados.

En la edición de Minotauro hay un prólogo nostálgico de Borges –el escrito original fue subastado en 2015- de apenas un par de páginas que son como un guiño para el lector de ciencia ficción y literatura fantástica. Ya desde el primer relato nos damos cuenta que el autor no se va a detener en tecnicismos astrofísicos ni ciencia aeroespacial, sino que se abandonará diligentemente a la imaginación.

Las primeras expediciones son fallidas desde el punto de vista diplomático o conquistador, pero incluso en las victorias posteriores, pareciera por el tono y el aire derrotero que impregna cada relato, que algo se pierde cuando se gana y que nada es inmune al desgaste del tiempo.
Hay pasajes sacados de escenarios y situaciones comunes, como la relación entre el señor y la señora K que no dista mucho de la rutina y el desencanto de la vida conyugal cuando la monotonía llega para quedarse. Vemos en la negación, el encarcelamiento y la opresión de un sicólogo marciano, las medidas para enfrentar lo que no comprendemos y los cambios a los que nos enfrentamos. El odio racista se pone de manifiesto cuando los habitantes de raza negra de la Tierra deciden abandonarla para buscar en otro planeta el respeto y la libertad que nunca tuvieron en el suyo. Inocentemente pero comprensible (sic), una tripulación se deja engañar para vivir la recreación de un pasado añorado. En otro relato, Jeff Spender es el arquetipo del conquistador romántico que asqueado de la condición humana, se vuelve contra ella en pos de los conquistados. Hay un dialogo existencial entre Tomas Gomez y Muhe Ca que abarca el tiempo, las perspectivas, la historia y la trascendencia del ser. El dolor de un pueblo entero por sus seres queridos que ya no están, moldea a un marciano que se derrite incapaz de complacer a todos. Las expectativas no satisfechas de Walter Gripp lo harán emprender una vida de nómada en un planeta casi desierto y emulará el peregrinaje que hacemos para escapar de las cosas que nos causan pavor. Un enamorado de la literatura construye una réplica de la casa Usher y en ella se representan otros cuentos de Poe para deshacerse de los verdugos del arte y la cultura moderna (aquí hay atisbos de lo que sería la temática de Fahrenheit 451 en la prohibición de los libros por un organismo regulador y el papel de los bomberos en aquella labor exterminadora). El oportunismo mercantil estará presente en las premoniciones de un vendedor de maletas. Una familia robot seguirá existiendo luego de que su inventor muera. El afán colonizador irá decayendo y el planeta rojo poco a poco irá quedando desolado. Conforme se acerca el final del libro, la Tierra se encuentra devastada por la guerra y sus consecuencias radioactivas, pero también hay una luz de esperanza en un padre que escapa del planeta con su familia para aterrizar en Marte con la finalidad de empezar de cero para convertirse en la nueva raza marciana.

Aunque la sencillez tecnológica y la omisión de factores clave para colonizar el planeta rojo quedan de manifiesto en la ciencia actual y la de las próximas generaciones, el verdadero mensaje, el que está de fondo, será el mismo y permanecerá vigente con el tiempo.

Según Elon Musk, la misión para colonizar Marte comenzará en el año 2022. ¿Cuánto tiempo tardaremos en convertirlo inhabitable?


“Es bueno recuperar nuestra capacidad de asombro”, Ray Bradbury.