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jueves, 8 de junio de 2017

Momentos Sublimes 7 (Toy Story, Carro no robado y Sueños con Series )

Toy Story

Le puse a mi hijo la película de Toy Story y me quedé a verla con él. Todo era risas y diversión hasta que Buzz Lightyear intenta volar y se da en la madre en las escaleras mientras una canción de fondo dice "no podré naveeegaaar nuuuncaaa maaas". Me desarmó esa escena: es la representación de las aspiraciones fallidas y los sueños rotos, cuando descubres que el mundo es un lugar mucho más hostil del que imaginabas. Mientras trataba de no llorar enfrente de mi hijo, él me puso su peluche de Chewbacca bebé en mi mano y lentamente movió su cabecita redonda como diciendo "dude, por favor no lo hagas”.

Carro no robado

Ayer, después del trabajo, salí a otro estacionamiento y creí que me habían robado el carro. Por un momento me alegré porque el seguro me daría lo que dice el libro azul que es como 20 veces lo que vale actualmente; pero también sentí pena por el ladrón que se lo había llevado porque tendría que pagar un chingo de tenencias y multas, enderezarle los golpes y los 4 rines, cambiarle todas las llantas, los focos, etc., etc. Ya estaba pensando en qué gastarme el dinero cuando noté el error; así que fui por mi carro, me subí sin verlo a los focos y le oculté que había fantaseado con su ausencia. Después comencé a acelerar y manejé sin rumbo fijo hasta que me quedé sin gasolina.


Sueños con series

He visto tantas series últimamente, que a veces sueño que trabajo en la Casa Blanca o mato zombies o resuelvo homicidios o soy abogado de casos perdidos o gánster o vikingo o mentalista. Normalmente prolongo mi sueño con riesgo a que se me haga tarde para llegar al trabajo, y cuando despierto, me quedó unos minutos más sobre la cama recordando lo que hice en el sueño. Después me alisto y mientras manejo durante una hora en el tráfico mañanero, voy pensando lo que haré en el siguiente capítulo cuando me vaya a dormir. El resto de mi vida es llenado con horas de trabajo, familia y series. Sobre todo series.

viernes, 2 de junio de 2017

El BonIcer - Parte 2 de 2

Esta es la segunda parte de la historia del BonIcer. La primera está en un post anterior llamado El BonIcer - Parte 1 de 2

…a nosotros ni nos avisaron. Un día llegamos a la ruta y nos mandaron llamar. Había mucho movimiento, gente desconocida andaba pa rriba y pa bajo en las unidades. Nos dijeron que acababan de instalar barras eléctricas en las puertas de la entrada y salida del camión, con el fin de llevar un mejor control del pasaje. Cualquier persona mayor a un metro con veinte centímetros iba a quedar registrada, y que a la hora de finalizar el turno, el número que se había quedado en las barras tenía que coincidir con el de los boletos, de lo contrario se nos cobraría lo que faltara…

…Si me acuerdo. Pusieron unas barras en las puertas que según esto para tener más checaditos a los choferes de que no se robaran lana. Eso fue y sigue siendo muy incómodo para los que nos subimos al camión. A fuerza tienes que bajarte por atrás para evitar doble marcación, y si va lleno es imposible abrirte paso por entre toda la gente. Con esas cosas ya no dejaban subirse al Bonaizer de ha gratis…

…No era por ser mala onda ni nada, pero ya con las barras le pensaba para subirlo. Al principio me valió madre y le daba chance, pero se pusieron tan mamones y tan estrictos halla en la ruta con eso de las marcaciones, que nos hacían pagar los faltantes o nos suspendían varios días. Me daba pena aceptarle la lana, no podía subirlo y dejar que pagará el pasaje con tal de vender sus bonice ahí en el camión. Así que lo que hice fue mejor ignorarlo, voltear hacia otro lado cuando me hacía la parada…

...Ese fue el primer problema que tuvo. Ya con las barras no lo dejaban subirse a los camiones y tuvo que regresar a vender en la calle. Las ventas bajaron y eso empezó a notársele en su estado de ánimo. A diario llegaba triste, deshecho y resignado, y aunque solito se animaba, yo lo consolaba diciéndole que así había sido al principio, que ya se le ocurriría algo. Fue un duro golpe que soportó y del cual supo reponerse, pero que ya anunciaba algo que era inevitable…    
     
…Se llevaba la mitad de lo que antes pedía, a veces ni eso. Seguía ganando el bono de mayor venta pero ahora la competencia estaba reñida. Una vez se lo ganaron, y ya te imaginarás la burla de los demás vendedores Antes eras un pendejo con suerte -le dijeron- , ahorita nomás te queda lo pendejo

… Por un tiempo ya ni nos hacía la parada. Se dedico a vender bonice desde el crucero de Avenida Palmas y Sendero. Ahí  lo veía y en cada vuelta lo saludaba y le rayaba la madre con el claxon. Cuando me tocaba el turno de la noche, me lo llevaba cuando iba para su casa. Siempre fue un orgasmo platicar con ese wey. Me insistía en que le explicara sobre el funcionamiento de las barras, en el porqué y cómo del sistema, hasta que se le prendió el foco y halló una solución, una debilidad en el proceso de marcación…

… A mi ya se me había ocurrido pero no quise decir nada. No era pedo mío. El truco estaba en que a nosotros nos peleaban los registrados en la barra de la entrada, no en la de la salida. Los choferes nos subíamos por la parte de atrás para evitar marcaciones, y si no cuadraban los números de las dos barras, sacábamos la excusa de que la gente se amontonaba a la salida, o bien, habíamos sido nosotros que bajábamos cada vuelta cuando llegábamos a la ruta…

…Me había acostumbrado a renegar tanto de él, que hasta lo extrañé cuando no lo dejaron subirse. Pero luego volvió a aparecer. Cuando el camión se detenía, el se agarraba echo madre corriendo y se subía por la parte de atrás. Tuvo un segundo aire…

… Lo sabía. Ya le había dicho que algo se le ocurriría, pero justo cuando las cosas mejoraron apareció el segundo problema: había llegado el tiempo de frío…

… Este tipo de trabajo es temporal. El apogeo viene en pleno verano pero en otoño e invierno el business se muere. Todos los trabajadores lo entendieron, pero él seguía renuente y no sé cómo le hacía pero seguía vendiendo, ya no a lo bestia como antes, pero por lo menos el promedio de lo que vendía cualquier otro en un día de verano…

… Y empezó la cuenta regresiva. Conforme íbamos entrando más a noviembre, el frío se iba acentuando y ya no vendía nada. Regresaba a casa cargado con todos los bonice que le habían sobrado. Poco a poco fueron dejando de producir los sabalitos esos y la empresa cambió  de giro. Ahora le daban chocolates para vender y eso ya no le gustó. Estuvo un tiempo trabajando de mala gana, hasta que se hartó como lo hizo en el pasado con su papá y renunció. Ahí se deprimió. El lapso que duró sin empleo, trató de reincorporarse de nuevo a la familia pero no se adaptaba. Era otro: menos paciente, más distraído, inquieto; andaba por la casa como león enjaulado. Nos había cambiado por el pinche trabajillo ese que ya hasta nos veía como ha desconocidos. Descuido a los niños, me descuidó a mí, y aunque trató de ponerse al corriente y de estar al pendiente de nosotros, ya no volvió a hallarse con ninguno. Se la pasaba encerrado en nuestro cuarto, haciendo sabe qué cosas y sólo salía para ir al baño o ir a la cocina por un vaso de leche…

…Sólo pasa en Monterrey. El clima de aquí esta bien raro, creo que nuestra ciudad es una de las pocas en donde las condiciones ambientales cambian drásticamente, y se van a los extremos en cuestión de horas. Quién se hubiera imaginado que íbamos a recibir el año nuevo en manga corta, sudando la gota gorda. Pero así pasó, estuvimos una semana con las temperaturas casi a los treinta grados, y aunque en el prónostico del tiempo daban razones del porqué el fenómeno climático, todos sabíamos que era una de las tantas peculiaridades de nuestra ciudad. La más notoria es que basta con que llueva poco, con una meada para que se inunde todo Monterrey…

…Yo le dije que no era normal, que ese calor no podía ser bueno. Él lo entendió mal, pensaba que era un señal para salir a vender, como un segundo tiempo, un tercer aire, una nueva oportunidad. Me acuerdo que se puso su trajesito y, mientras acomodaba en la hielera algunos bonice que aún quedaban en el congelador, le pregunté que a donde iba
-A chambear, ya me canse de estar de huevón.
-Pero Beto porque no dejas por la paz eso de los bonice. Es temporada de frío, este calor es engañoso, nadie los va a comprar.
-Es invierno si, pero el calor dice otra cosa y tengo que aprovecharlo. Al rato regreso chaparra, cuidame a mis hijos.
-Pero a qué hora regresas.
-Hasta que los venda todos, a lo mejor en la tarde, sino ps hasta la noche.
Se colgó la hielerita, se puso la gorra, se dio la media vuelta y salió de la casa. Nunca nadie lo volvió a ver.

…Escuché que se fue pal gabacho, allá con su hermano, no me acuerdo como dijo que se llamaba…

… Al Bonaizer lo mataron. O bueno eso dicen, que disque lo quisieron asaltar y que, como no se dejó lo acuchillaron…

… El primo del cuñado del vecino de mi amigo me contó que el Bonaizer ganó un concurso de caballitos de tequila, y que antes de llegar a su casa le dio una congestión alcohólica y se murió…

…Yo supe que abandonó a su mujer y a sus hijos y se fue con una golfa. Tan caballeroso que se veía y al final resultó ser igual o peor de cabrón que todos…

… Dicen que lo vieron irse con los del circo ese famoso que vino a Monterrey por aquellas fechas. Era lo suyo, bien por el…

El BonIcer era uno de esos personajes urbanos que formaban parte del paisaje rutinario de la colonia. Poeta de la vida, tenía la magia de restarle importancia a los problemas personales, dividir las desgracias de la situación en que vivimos, sumar risas colectivas y multiplicar la esperanza mediante el contagio. Fácil fue encariñarse de él, triste es hacerse a la idea de que no lo volveremos a ver. Quizá ande perdido,  improvisando nuevas rutas de venta, en otra ciudad, estado o país, o en cielos más azules que este. A quienes se nos metió hasta por debajo del pellejo, nos quedamos con sus inolvidables  canciones sin sentido y sus frases llenas de un humor improvisado y encarnado, esas palmaditas en los hombros que significaban un “no te des por vencido”, un “ponle huevos cabrón, no mames lo tienes todo para cambiar tu destino, porqué no lo haces”. Que dios lo tenga en su santa gloria o que algún día encuentre el camino de regreso a su casa.


…Yo creo que simplemente se lo trago la tierra.

jueves, 1 de junio de 2017

El BonIcer - Parte 1 de 2


Hace tiempo quise retratar a personajes urbanos que por alguna razón forman parte del folclore local. Aquí escribí sobre un vendedor de BonIce que era diferente al resto. En estos testimonios -de gente que dice haberlo conocido- hay mitos, chismes, leyendas, verdades y ficciones.

…Yo lo conocí. Creo que se llamaba Alberto o Filiberto, no sé, pero todo el mundo le decía don Beto; al menos hasta que se volvió todo un personaje. Recuerdo que me lo topaba en las tardes, en la parada de la esquina y a veces se ponía a platicar conmigo en lo que llegaba el camión. Eso era como a las cinco. Yo regresaba casi a las nueve de la noche, y lo veía desde la ventana: sentado en la banquita de la parada, semidormido y apoyando el brazo en su hielera, esperando el último camión…

...¿A don Roberto? claro que lo conocí. Era un señor a toda madre, bien chambeador que llegaba aquí con los voceadores desde las diez de la mañana y se iba hasta la noche. Empezó al lado de donde ponemos los periódicos, con su uniforme de payaso, su madre donde metía los sabalitos esos, y una campanita que hacía sonar tan cagante, que hasta daban ganas de metérsela por el culo. Como que la venta estaba muy baja y se le ocurrió treparse a los camiones. Daba risa ver como se paraba el camión y se subía a huevo y a huevo lo bajaban, o nomas lo mandaban a la chingada y ya. Esos chofies de la ruta  son bien mamones. Quien sabe cómo le hizo pero de repe lo dejaron subir.  Creo que ahí empezó todo, ahí la gente le empezó a agarrar cariño. ¿Ya le dije que era a toda madre?...

…Al Bonaizer claro, todos los de la ruta éramos camaradas de ese wey. Se llamaba Humberto. Me acuerdo que al principio le cerrábamos la puerta en la cara, o si se lograba subir lo bajábamos o ya ni nos deteníamos  cuando nos hacía la parada. Eso fue porque desde la central nos traían a puro pan y verga y teníamos prohibidísimo subir a cualquier cabrón que no fuera pasaje. Un día, ya sabe la calor, le abrí la puerta pa comprarle un bonice y me lo regaló. Desde esa vez lo subía y me regalaba uno, a veces se quedaba conmigo y platicábamos a toda madre...

…Era un señor muy chistoso. Pobresito, lo vestían como pingüinito y a mí me daba mucha risa cuando cantaba. Todos le compraban.  Hacía chistes y decía frases muy pegajosas. Se presentaba como si fuera un mago y a cada niño nos decía cosas, y cantaba canciones de los sabores. A veces cuando mami no tenía para comprarme uno, el me lo regalaba pero quería que le sonriera. Yo le pregunte su nombre Dime Bonaizer mija. Cuando acompañaba a mami a la tienda  y lo veía esperando el camión le decía adiós. ¡ Adiós Bonaizer! y el hacía un saludo como si fuera soldado…

…Estaba muy cabrón, al principio la gente se sacó de onda como diciendo, y este pendejo que quiere vestido así, y claro, era como para burlarse porque los traían vestidos de payasos o vaya uste a saber de qué, pero daba hasta pena ajena verlo. Pero a la gente se le olvidaba eso cuando empezaba a hablar y los convencía; aparte de que la llevaba de gane con el calorón, les hablaba como si estuviera vendiendo cualquier cosa menos bonice y le compraban.  No creo que la compañía le haya echo aprenderse cancioncitas tan pendejas como las que se aventaba, pero a los niños parecía gustarles. A los chavos los weyaba, a los señores les hablaba como si fueran conocidos de muchos años, a las viejas las piropeaba pero sin faltarles al respeto, y con los ancianitos se portaba amable, y hasta evidenciaba a los cabrones que no cedían lugar de poco hombres e hijos de la chingada. Le dijeron de muchas formas, pero apodos gachos, humillantes, hasta que se los ganó y el único apodo que le quedó fue el del Bonaizer…

…Heriberto cuando llegó era de los más flojitos. Era gente estudiada que casi arma una revolución pero lo pusimos en cintura. No lo corrimos porque en ese tiempo nos hacía falta gente que fuera buena para la venta, y desde las primeras entrevistas, dio chispazos de conocer este business. Luego de tres semanas sus ventas empezaron a subir. No sólo vendía los de cajón sino que hasta llegaba a mediodía con la hielera vacía exigiendo más. Claro que se los dábamos, y llegó un momento en que vendía más que todos los de la zonita 51 juntos...

…De un día pa otro llegó con una señora hielerota y nos pedía que se la cuidáramos. Cargaba con una hielera más chavita y la atascaba de sabalitos y se lanzaba a los camiones. Casi cada media hora llegaba por más y volvía a lo mismo. Empezó a vender a lo pendejo, ya pa esos tiempos la gente le decía el Bonaizer…

…y eso era a diario, se subía a la unidad, vendía, se bajaba, cruzaba la calle, se subía a otra unidad y lo mismo hasta las once de la noche que pasaba el último camión que lo llevaba hasta su casa…

…Era gran esposo y un buen padre. Al principio trabajaba con su papá en un despacho jurídico y nos iba bastante bien. Tenía el futuro arreglado con su papá, pero una vez me confesó que el no había nacido para estar atrapado entre cuatro paredes, sentado ocho horas en un escritorio que dijera su nombre. A pesar de que no le gustaba su trabajo eso nunca transformo su buen humor. A los niños y a mí nos quería igual pero de diferente manera. Con los niños era muy cariñoso: a Betito el mayor, siempre le ayudaba con la tarea de la escuela y lo aconsejaba hablándole como a un amigo, a mija la trataba como princesa. Conmigo ni hablar, era detallista, sin vicios, comprensivo, caballeroso, juguetón, amable, de esos hombres que no existen. Un día lo vi más feliz que de costumbre y me dijo que había renunciado a su empleo pero que no me preocupara, que todo estaría bien. Luego de una semana sabática empezó a buscar trabajo. No le daban y no le daban. Yo le decía a Heriberto que regresará con su papá, que era trabajo seguro y buena paga, pero me ignoraba y se la pasaba repartiendo currículos por todos lados, yendo a entrevistas. Ni le preguntaba cómo le había ido, pa que si con verlo a los ojos me daba cuenta que nomas no había conseguido nada. Empezaron a llegar las cartas amenazantes, la cortada de los servicios  y las deudas se seguían acumulando. Un día llegó vestido todo de azul y rosa, con una gorra de pingüino y una hielerita. Es que ahora voy a vender bonice- me dijo-…

…Ese señor era otro pedo. Aquí en los pollos le prestábamos el baño y de vez en cuando lo invitábamos a comer. Te aventabas un cura cuando lo escuchabas hablar, nombre, te cagabas de la risa con todas las mamadas que sacaba. Nos acostumbramos tanto a él, que hasta se sentía otro ambiente los días que no caía al negocio...

...Hace mucho, vino aquí a la estética a que le cortara el cabello. Era un sábado creo, tenía mucha gente y le dije que no lo podía atender. Al día siguiente vino, exactamente cuando estaba por aplicar un tinte. Le di una tarjeta y le dije que mejor otro día, que llamara primero para sacar una cita. Nomás se fue y en seguida que suena el teléfono. Reconocí su voz y cuando voltee hacia la calle lo vi en el teléfono público que estaba afuera en la banqueta. Qué tal buenas tardes, llamo para ver si me puedes hacer un espacio en tu agenda de mañana como a eso de la seis de la tarde, ¿se puede?, ok gracias, hasta mañana entonces...

…No entendía porque le hacían tanto pedo. Para mí era otro pendejo que vendía los bonice que sabían de la verga. Hasta llegué a pensar que la colonia en que vivía había pura pinche chusma que se sorprendía con cualquier cosa. Pero me tocó presenciar una de sus tantas aventuritas. Venía del trabajo y justo antes de que llegará a la colonia que se sube el tipejo este. Empezó con sus faramallas pero se detuvo cuando vio que una viejita le había timbrado al camión, y este no se detenía. Bajan-gritó el Bonaizer,-  Aquí no es parada –le contestó el chofer, -Pero la señora ya tiene rato que te esta haciendo la  parada,  –Tu cállate pinche payaso, o te bajo a la chingada,  – Que te pares, de perdido para el camión si ya no puedes parar otra cosa, –Que dijistes?, - Uuuuu, aparte de pelón y viejo también sordo. Y que frena en seco el chofer. Todos estábamos muertos de la risa. La viejita aprovechó la parada del camión para bajarse. El chofer que se para de su lugar y le dice que se  baje.- Bájame cabrón. El Bonaizer que se quita su hielera y se le cuadra. Se me hace que lo vio muy decidido porque el chofer se arrugó, dio el típico pasito para atrás y le dijo que no lo obligara a bajarlo a la fuerza aquí en frente de todos. - Cómo ven público presente -dijo el Bonaizer-¿quieren que me bajé?. Todos gritamos que no. -Quieren que le parta su madre a este pelón. Coreamos un sí. -Mira wey, si no te gusta tu jale ese es muy tu pedo, pero a ti te pagan por subirte a un camión y dar vueltas como pendejo, cuando la gente te hace la parada te paras, tan fácil como eso, así que si no quieres que te meta la putisa de tu vida, mejor dale y déjate de chingaderas. El chofer se dio la media vuelta y puso en marcha el camión. Ya no supe que más pasó porque desgraciadamente tenía que bajarme…

…poco a poco salimos de las deudas y tuvimos una buena racha. Me acuerdo que los niños llegaban de la escuela y lo primero que hacían era correr a comerse los bonice que su papá les había dejado en el refri. Heriberto llegaba tarde y cansado. A diario se levantaba muy temprano y no lo volvía a ver hasta la noche. Llegaba con los pies hinchados y medio tono más negro de cómo se había ido, pero ese trabajo le gustaba y creo que hasta era feliz. Me platicaba de lo que le había pasado en el día mientras le preparaba algo de comer. A veces ni cenaba porque se me quedaba dormido…

…Era el primero en llegar y el que más se abastecía de bonice. Le empezaron a tener envidia sus compañeros pues el solo pedía casi la misma cantidad que todos juntos, y siempre se sacaba el bono por ser el de mayor ventas. No le importaba lo que le dijeran los otros, al fin y al cabo, a la hora de reportar los vendidos, con decir el puro número les cerraba la boca a todos…

…Al pobre sólo le habían dado un cambio de uniforme y se lo lavaba a diario. Se le rompió varias veces pero se lo remendaba, hasta que una vez llegó con el pantalón echos añicos. Según él había escapado a una persecución de perros,  pero aún así le había tocado uno que otro tarascaso. Se lo remendé como pude y le dije que pidiera otro. Se tardaron como una semana en darle uno nuevo, y el que le dieron era más feo que el anterior, y de una tela más corriente. Cuando se lo eche a lavar  se le encogió. El pantalón le quedaba como pesquero y la playera parecía de esas blusas ombligueras. Aun así se lo ponía hasta que se mandó hacer el suyo y otros dos cambios…

…Un día se presentó igual de temprano que siempre, y me dijo que si no tenía otro uniforme que le pudiera dar. Si hubiera tenido  se lo hubiera dado, pero no había quedado ni uno sólo y además estábamos cambiando de concepto, y ya iban a llegar los nuevos modelos. Eso fue lo que le dije, que con los nuevos sabores de kiwi y mango picosito les íbamos a dar nuevos uniformes, pero que esperara una semana o tal vez dos a que estuvieran listos. En cuanto nos llegaron él fue el primero en recibir el suyo. La siguiente mañana llegó con el pantalón y la playera encogida; me pedía otro, o bien, que le diera licencia para mandarse a hacer el suyo…

Continuará