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martes, 23 de mayo de 2017

Por qué los locutores de radio son mejores que los conductores de TV

A la hora de narrar partidos de fúbtol, todo mundo sabe que los locutores de radio son mejores que los conductores de TV. Los primeros tienen que crear una imagen a base de palabras para que los radioescuchas puedan ver, tocar y sentir la realidad usando la imaginación; mientras que los segundos repiten lo que se ve y lo complementan con folclore para no ser muy obvios o redundantes.

Los de radio tienen un estilo que cultiva la crónica y la epopeya: la historia se va escribiendo con cada frase y cualquier cosa puede suceder en el terreno de la imaginación. Retomaron las técnicas de los juglares en el arte del buen narrar y usaron la palabra como instrumento para propagar –por vez primera- un mensaje  que llegaría a grandes audiencias. Sin Wikipedia ni búsquedas rápidas en Google, los locutores debían documentarse y echar mano de la memoria para sacar un dato puntual: eran eruditos en lo que hablaban. Son los responsables de que muchas generaciones anteriores a la era de la televisión pudieran soñar con lo imposible. Los buenos y auténticos locutores de radio están en peligro de extinción. Son jubilados por “jóvenes promesas”  o relegados por “figuras públicas” que atraen audiencias sedientas de espectáculo sensacionalista.

Los conductores de TV están más preocupados en elevar el rating mediante provocaciones y polémicas falsas, que en generar debates que conduzcan a la crítica constructiva. Han acostumbrado a la gente a escuchar chismes sobre la vida privada de los jugadores en cada despeje de portería, saque de banda o cobro de falta. Las estadísticas, nombres de jugadores, efemérides y frases trilladas ya están en Internet: sólo hay que copiar y pegar. Los de la TV son reventados o citados en las redes sociales según el humor y la moral en turno, y no desaprovechan la ocasión de hacer ruido para enganchar a la gente: todo sea por un like o un share. Cómodos desde sus asientos privilegiados y saliendo a cuadro en programas de cobertura nacional o internacional, no se han preocupado en explotar los límites de sus antecesores porque se mueven en otra dirección que no tiene que ver con lo deportivo sino con lo mediático y los flashazos del business show en que se ha convertido el fútbol.

La frase “Una imagen dice más que mil palabras” puede ser cierta; pero un silencio, una pausa, un grito eufórico sin el spoiler de la imagen, mueve más fibras y eriza más cabellos a la hora de anticipar o prolongar las emociones. 

Larga vida a los viejos locutores de radio…