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miércoles, 14 de diciembre de 2016

Super Rutina, otro capítulo de Batman VS Superman

A las siete con cincuenta y ocho minutos de la mañana, Clark Kent checa tarjeta en las oficinas del Diario el Planeta. Últimamente sus compañeros de trabajo lo han notado extraño, como pensativo, como si algo en su interior le estuviera carcomiendo las entrañas y no lo dejara existir. Y es que una serie de dudas y de interrogantes lo asaltan en cualquier lugar y a todas horas. Aún no lo sabe, pero obviamente ya sospecha.

La mañana entera la dedicó en hacer cosas de periodistas, hasta que decidió darse un break y refugiarse en la cafetería. Ocupó una de las mesas rinconeras del lugar, pidió un café negro y se puso a leer el periódico amarillista de la competencia. Mientras lo ojeaba distraídamente, jugaba a cambiarle los titulares a los artículos, pero interrumpió su ejercicio periodístico cuando llegó a la sección de sociales y leyó que “Batman y Luisa Lane, juntos en la inauguración del…”. Ni siquiera terminó de leer la nota cuando se levantó en automático, corrió al baño, se cambió el disfraz de Clark Kent por el de Superman y salió disparado del lugar. Mientras volaba por los cielos su oído trataba de localizar la voz de Luisa, y su mirada de alcance infinito buscaba la silueta en todos los rincones del mundo. Era cuestión de tiempo: la encontró en una mesa al aire libre de un restaurant de ciudad Gótica. Superman aterrizó en secó:

-Ya me enteré que andas de puta –le dijo.

Luisa, sin inmutarse, se quitó los lentes oscuros, le dio un trago tímido a su bebida y le dijo tranquilamente:

-Pues sí, y ¿qué?

Superman apretó el puño y la quiso desmadrar de un golpe pero se contuvo. Le dio por lloriquear:

-Pero porqué o qué, si todo era perfecto.

-Por eso mismo.

El cornudo frunció el ceño como esperando una mejor explicación.

- ¿Es en serio? lo que tienes de super lo tienes de pendejo.

Luisa terminó su bebida de un trago y empezó a enumerar los hechos:

-Pues mira, estoy harta de que antes de salir siempre me la paso horas y horas arreglándome para que a ti se te ocurra llevarme volando y no te importe que se me arruine la ropa y el peinado. También me caga que te la pases viéndome los calzones con tu poder ese de los ojos: que te valga madre si mi brassiere combina con la tanga o de plano no traigo, y para que te lo sepas que tus chistecitos estúpidos no dan gracia. A veces simplemente te comportas como un cerdo. Además, me sale una fortuna arreglar mi departamento cada que me haces el amor, siempre me truenan los vidrios, se desmadran los muebles, provocas un terremoto y para acabarla de chingar no sabes usar las puertas y a diario tengo que pagarle a alguien para que me tape los huecos en el techo y las paredes. También me aburre que siempre les ganas a los malos, ósea, ningún villano te dura diez segundos, y como sé que de todos modos me vas a rescatar ya ni me asusto cuando me secuestran. Quisiera que en una de esas de perdido me violaran o mínimo me metieran unas buenas cachetadas. Pero con Batman las cosas son diferentes. Cada que salimos manda un coche por mí y me lleva a los lugares más exclusivos de Ciudad Gótica. En mi cumpleaños me regaló un batimóvil rosa super equipado, con pedicure integrado en los pedales, pintalabios automático y un montón de cosas que no se para que son. Tú ni siquiera te acordaste, y ese día te fuiste de borrachote con tu amigo el pelón, ese que siempre te traiciona y que no entiendo porque no lo matas de una vez por todas. En una ocasión, estando con Batman, su archienemigo el payaso nos metió un buen susto que por poco y no la contábamos. Estuvimos secuestrados como tres días pasando hambres, torturas; hasta que gracias a la inteligencia y las mil habilidades de Batman logramos escapar. Me acuerdo que esa vez fuimos por su amigo que había sido trapecista y la sobrina resbalosa de su criado, y juntos regresamos al lugar donde nos tenían arraigados y le borramos la sonrisa a ese chingado payaso. Para acabar rápido, Batman es todo un caballero, es super social y multimillonario.

Superman, en un arranque de celos y de furia se elevó hasta la bóveda celeste y salió de la Tierra. En su desesperación empezó a dar vueltas alrededor del planeta, cada vez más rápidas, y sin darse cuenta el impulsó de su vuelo hizo que la Tierra girara en sentido contrario. Regresó el tiempo. Una vez apaciguada su furia y aclaradas las ideas de su mente; se detuvo, re acomodó su capa, retocó su peinado y con la entera determinación de querer arreglar los problemas de su relación bajó a Metrópolis. Descubrió que había vuelto al pasado cuando leyó la fecha en la televisión del aparador de una tienda de electrónica: era el treinta y uno de octubre del año anterior; cuando las cosas con Luisa Lane iban de maravilla. Ese día habían ido juntos a una fiesta de disfraces, y sin más tiempo que perder, Superman se dio prisa y voló hacia aquel lugar. Entró caminando por la puerta principal, sin destruir paredes ni romper nada, como dispuesto a borrar los malos hábitos que tanto le disgustaban a la Luisa del futuro.

Luisa –que iba disfrazada de Gatúbela- identificó al recién llegado y le hizo una seña para que se acercara.

- Hola Clark.

-¿Qué?, esteeee, mmm , no soy Clark, soy Superman.

- Ay Clark no inventes, a nadie engañas con ese disfraz, aparte como que ya está muy choteado ¿no? mejor te hubieras disfrazado de Batman, ese para que veas que si tiene clase y su vida diaria está llena de aventuras.

Superman hizo un esfuerzo kriptoniano para contener su furia pero no pudo, y antes de que se le ocurriera hacer alguna tontería decidió salir volando por el techo y mientras surcaba el cielo e iba dejando una estela de color azul a su paso, no recuerda bien si sólo lo pensó o en verdad se lo dijo:


-Ya ni la chingas Luisa, ¡Con nada estas contenta! 

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